miércoles, 18 de agosto de 2010

"Ver" según don Juan. "Una Realidad Aparte" C. Castaneda.




El interés particular de don Juan en el segundo ciclo de aprendizaje fue enseñarme a "ver". Aparentemente, había en su sistema de conocimiento la posibilidad de mar­car una diferencia semántica entre "ver" y "mirar" como dos modos distintos de percibir. "Mirar" se refería a la manera ordinaria en que estamos acostumbrados a percibir el mundo, mientras que "ver" involucraba un proceso muy complejo por virtud del cual un hombre de conocimiento percibe supuestamente la "esencia" de las cosas del mundo.


Don Juan me dijo una vez que un hombre de conocimiento tiene predilecciones. Le pedí explicar este enunciado.
‑Mi predilección es ver -dijo.
‑¿Qué quiere usted decir con eso?
‑Me gusta ver -dijo‑ porque sólo viendo puede un hombre de conocimiento saber.
‑¿Qué clase de cosas ve usted.
‑Todo.
‑Pero yo también veo todo y no soy un hombre de conocimiento.
‑No. Tú no ves.
‑Por supuesto que sí,
‑Te digo que no.
‑¿Por qué dice usted eso, don Juan?
‑Tú solamente miras la superficie de las cosas.
‑¿Quiere usted decir que todo hombre de conocimiento ve a través de lo que mira?
‑No. Eso no es lo que quiero decir. Dije que un hom­bre de conocimiento tiene sus propias predilecciones; la mía es sencillamente ver y saber; otros hacen otras cosas

‑¿Cómo es ver, don Juan?
‑Para saber eso tienes que aprender a ver. Yo no puedo decírtelo.
‑¿Es un secreto que yo no debería saber?
‑No. Es nada más que no puedo describirlo.
‑¿Por qué?
‑No tendría sentido para ti.
‑Haga usted la prueba, don Juan. Quizá lo tenga.
‑No. Tienes que hacerlo tú solo. Una vez que aprendas, puedes ver cada cosa del mundo en forma diferente.
‑Entonces, don Juan, usted ya no ve el mundo en la forma acostumbrada.
‑Veo de los dos modos. Cuando quiero mirar el mun­do lo veo como tú. Luego, cuando quiero verlo, lo miro como yo sé y lo percibo en forma distinta.
‑¿Se ven las cosas del mismo modo cada vez que usted las ve?
‑Las cosas no cambian. Uno cambia la forma de verlas, eso es todo.

‑Cuando tú miras las cosas no las ves. Sólo las miras, yo creo que para cerciorarte de que algo está allí. Como no te preocupa ver, las cosas son bastante lo mismo cada vez que las miras. En cambio, cuando aprendes a ver, una cosa no es nunca la misma cada vez que la ves, y sin embar­go es la misma. 

‑Creo que los engañados somos nosotros. Nos hacemos tontos solos. Los aliados nada más adoptan la apariencia de lo que haya por ahí y entonces nosotros los tomamos por lo que no son. No es culpa suya que sólo hayamos ense­ñado a nuestros ojos a mirar las cosas.
 
‑Podemos atrapar o envenenar o balacear a un coyote ‑dijo‑. En cualquier forma que lo hagamos, un coyote es presa fácil para nosotros porque no está al tanto de las maquinaciones del hombre. Pero si el coyote sobrevive, pue­des tener la seguridad de que jamás volveremos a darle alcance. Un buen cazador sabe eso y nunca pone su tram­pa dos veces en el mismo sitio, porque si un coyote muere en una trampa todos los demás coyotes ven su muerte, que se queda allí, y evitan la trampa o hasta el rumbo donde la pusieron. Nosotros, en cambio, jamás vemos la muerte que se queda en el sitio donde uno de nuestros seme­jantes muere; tal vez lleguemos a sospecharla, pero nunca la vemos.

‑Aprendemos a pensar en todo ‑dijo‑, y luego en­trenamos nuestros ojos para mirar al mismo tiempo que pensamos de las cosas que miramos. Nos miramos a noso­tros mismos pensando ya que somos importantes. ¡Y por supuesto tenemos que sentirnos importantes! Pero luego, cuando uno aprende a ver, se da cuenta de que ya no puede uno pensar en las cosas que mira, y si uno no pue­de pensar en lo que mira todo se vuelve sin importancia.

-Por eso un hombre de conocimiento elige un camino con corazón y lo sigue: y luego mira y se regocija y ríe; y luego ve y sabe. Sabe que su vida se acabará en un abrir y cerrar de ojos; sabe que él, así como todos los demás, no va a ninguna parte; sabe, porque ve, que nada es más importante que lo demás. En otras palabras, un hombre de conocimiento no tiene honor, ni dignidad, ni familia, ni nombre, ni tierra, sólo tiene vida que vivir, y en tal condición su única liga con sus semejantes es su desatino controlado. Así, un hombre de conocimiento se esfuerza, y suda, y resuella, y si uno lo mira es como cualquier hombre común, excepto que el desatino de su vida está bajo control. Como nada le importa más que nada, un hombre de conocimiento escoge cualquier acto, y lo actúa como si le importara.

"Advertí entonces, por primera vez en mi existencia, que los ojos de un hombre eran la única parte de su persona capaz de indicarme si estaba vivo o no."

1 comentario:

  1. "Todos los hombres, por naturaleza, desean conocer. Prueba de ello es el deleite que causan las sensaciones, pues, al margen de su utilidad, nos deleitan por sí mismas; y, por encima de todas, la sensación visual. En efecto, no sólo con el fin de obrar, sino aún sin tener que efectuar acción alguna, preferimos, por así decirlo, la vista a todo lo demás. La causa de esto reside en que, entre todos los sentidos, ella nos proporciona más conocimientos y nos hace patente muchas peculiaridades de las cosas."
    Aristóteles, "Matefísica"

    ResponderEliminar