
El interés particular de don Juan en el segundo
ciclo de aprendizaje fue enseñarme a "ver". Aparentemente, había en
su sistema de conocimiento la posibilidad de marcar una diferencia semántica
entre "ver" y "mirar" como dos modos distintos de percibir.
"Mirar" se refería a la manera ordinaria en que estamos acostumbrados
a percibir el mundo, mientras que "ver" involucraba un proceso muy
complejo por virtud del cual un hombre de conocimiento percibe supuestamente la
"esencia" de las cosas del mundo.
Don Juan me dijo una vez que un hombre de
conocimiento tiene predilecciones. Le pedí explicar este enunciado.
‑Mi predilección es ver -dijo.
‑¿Qué quiere usted decir con eso?
‑Me gusta ver -dijo‑
porque sólo viendo puede un hombre de
conocimiento saber.
‑¿Qué clase de cosas ve usted.
‑Todo.
‑Pero yo también veo todo y no soy un hombre de
conocimiento.
‑No. Tú no ves.
‑Por supuesto que sí,
‑Te digo que no.
‑¿Por qué dice usted eso, don Juan?
‑Tú solamente miras la superficie de las cosas.
‑¿Quiere usted decir que todo hombre de conocimiento
ve a través de lo que mira?
‑No.
Eso no es lo que quiero decir. Dije que un hombre de conocimiento tiene sus
propias predilecciones; la mía es sencillamente ver y saber; otros hacen otras cosas
‑¿Cómo es ver,
don Juan?
‑Para saber eso tienes que aprender a ver. Yo no puedo decírtelo.
‑¿Es un secreto que yo no debería saber?
‑No. Es nada más que no puedo describirlo.
‑¿Por qué?
‑No tendría sentido para ti.
‑Haga usted la prueba, don Juan. Quizá lo tenga.
‑No. Tienes que hacerlo tú solo. Una vez que
aprendas, puedes ver cada cosa del
mundo en forma diferente.
‑Entonces, don Juan, usted ya no ve el mundo en la
forma acostumbrada.
‑Veo de los dos modos. Cuando quiero mirar el mundo lo veo como tú. Luego,
cuando quiero verlo, lo miro como yo
sé y lo percibo en forma distinta.
‑¿Se ven las cosas del mismo modo cada vez que usted
las ve?
‑Las cosas no cambian. Uno cambia la forma de
verlas, eso es todo.
‑Cuando tú miras las cosas no las ves.
Sólo las miras, yo creo que para cerciorarte de que algo está allí. Como no te
preocupa ver, las cosas son bastante
lo mismo cada vez que las miras. En cambio, cuando aprendes a ver, una cosa no es nunca la misma cada
vez que la ves, y sin embargo es la
misma.
‑Creo que los engañados somos nosotros. Nos hacemos
tontos solos. Los aliados nada más adoptan la apariencia de lo que haya por ahí
y entonces nosotros los tomamos por lo que no son. No es culpa suya que sólo
hayamos enseñado a nuestros ojos a mirar las cosas.
‑Podemos atrapar o envenenar o balacear a un coyote ‑dijo‑.
En cualquier forma que lo hagamos, un coyote es presa fácil para nosotros
porque no está al tanto de las maquinaciones del hombre. Pero si el coyote
sobrevive, puedes tener la seguridad de que jamás volveremos a darle alcance.
Un buen cazador sabe eso y nunca pone su trampa dos veces en el mismo sitio,
porque si un coyote muere en una trampa todos los demás coyotes ven su muerte,
que se queda allí, y evitan la trampa o hasta el rumbo donde la pusieron.
Nosotros, en cambio, jamás vemos la muerte que se queda en el sitio donde uno
de nuestros semejantes muere; tal vez lleguemos a sospecharla, pero nunca la
vemos.
‑Aprendemos a pensar en todo ‑dijo‑, y luego entrenamos
nuestros ojos para mirar al mismo tiempo que pensamos de las cosas que miramos.
Nos miramos a nosotros mismos pensando ya que somos importantes. ¡Y por
supuesto tenemos que sentirnos importantes!
Pero luego, cuando uno aprende a ver,
se da cuenta de que ya no puede uno pensar en las cosas que mira, y si uno no
puede pensar en lo que mira todo se vuelve sin importancia.
-Por eso un hombre de conocimiento elige un camino con corazón y lo
sigue: y luego mira y se regocija y ríe; y luego ve y sabe. Sabe que su vida se
acabará en un abrir y cerrar de ojos; sabe que él, así como todos los demás, no
va a ninguna parte; sabe, porque ve, que nada es más importante que lo demás.
En otras palabras, un hombre de conocimiento no tiene honor, ni dignidad, ni
familia, ni nombre, ni tierra, sólo tiene vida que vivir, y en tal condición su
única liga con sus semejantes es su desatino controlado. Así, un hombre de conocimiento
se esfuerza, y suda, y resuella, y si uno lo mira es como cualquier hombre
común, excepto que el desatino de su vida está bajo control. Como nada le
importa más que nada, un hombre de conocimiento escoge cualquier acto, y lo
actúa como si le importara.
"Advertí entonces, por primera vez en mi existencia, que los ojos de un
hombre eran la única parte de su persona capaz de indicarme si estaba vivo o
no."
"Todos los hombres, por naturaleza, desean conocer. Prueba de ello es el deleite que causan las sensaciones, pues, al margen de su utilidad, nos deleitan por sí mismas; y, por encima de todas, la sensación visual. En efecto, no sólo con el fin de obrar, sino aún sin tener que efectuar acción alguna, preferimos, por así decirlo, la vista a todo lo demás. La causa de esto reside en que, entre todos los sentidos, ella nos proporciona más conocimientos y nos hace patente muchas peculiaridades de las cosas."
ResponderEliminarAristóteles, "Matefísica"